La Biodinámica es la más extrema de las prácticas de la agricultura ecológica. Surgió en los años 20 del siglo pasado, como respuesta a la preocupación de agricultores que empezaban a ver el efecto dañino que sobre sus tierras producían los abonos químicos, pesticidas, etc... La Biodinámica sólo usa elementos orgánicos producidos en el mismo entorno. Considera la granja o la viña como un microcosmos en el que debe facilitarse la armonía entre terrenos, plantas, animales y personas. Para la biodinámica la Naturaleza sigue los ciclos lunares, algo apreciable en las mareas o los partos, y a ellos deben acomodarse las labores agrícolas. Su objetivo principal es recuperar la actividad bacteriana del suelo y una de las formas para lograrlo consiste en elaborar preparados (naturales, claro) de gran actividad microbiana para rociarlos sobre el terreno. A veces la manera de hacer esto es algo peregrina, enterrar durante el verano cuernos de vaca llenos de estiércol, diluirlos en agua después y aplicarlos en otoño a modo de spray, lo que ha valido a la Biodinámica muchas críticas. El caso es que, al menos en viticultura, la Biodinámica da buenos resultados y es seguida por viticultores de fama mundial. La insistencia en la riqueza y la vitalidad del terreno resulta adecuada para vinos que pretendan transmitir el carácter de su lugar de origen. Como comprobaremos en la próxima entrada.
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El viticultor Nicolás Joly en su viñedo de la Borgoña |
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